En la segunda mitad del siglo XIX se levantaron 72 colonias industriales en torno a los grandes ríos de Cataluña, en especial el Ter y el Llobregat y de sus respectivos afluentes -Calders, Anoia, Fresser y Brugent. Constituyen el elemento más característico de su industrialización. La colonia industrial se desarrolló en muchas zonas de Europa occidental desde mediados del siglo XIX. Pero en Cataluña destacan por su elevado número. Lo que buscaban estas ubicaciones junto a un río era aprovechar la energía hidráulica necesaria para mover los telares en unos terrenos baratos.
Aunque diferentes, las colonias comparten un mismo esquema urbanístico: un espacio productivo, donde están la fábrica y las infraestructuras necesarias para mover los telares; y otro doméstico, donde los trabajadores viven y cuentan con todos los servicios, como escuela, café, teatro, economato, dispensario médico y, en algunas, cuartelillo de la Guardia Civil. Y en el punto más alto, la torre de amo, donde el propietario residía durante sus visitas semanales o en verano.
La fórmula proporcionaba una excelente rentabilidad al dueño, ya que el absentismo era casi nulo y los gastos cotidianos de los trabajadores, en la cantina, la barbería, el estanco o el alquiler del piso revertían en la propiedad. Y si sobraba algo del sueldo se ingresaba en la sucursal bancaria de la colonia, por lo que se formaba un perfecto círculo autárquico. Por su parte, los colonos obtenían un sueldo a fin de mes y acceso a una vivienda digna y barata (en 1900 el alquiler de una vivienda en las colonias oscilaba entre 4 y 8 pesetas mensuales y el sueldo entre 15 y 30 semanales).
Según algunos historiadores, las colonias surgieron con la intención de evitar los conflictos laborales de las ciudades. Sin embargo, no siempre fueron espacios libres de tensiones y huelgas. Sobretodo a finales del siglo XIX, cuando las duras jornadas de más de 12 horas, los bajos sueldos y los accidentes laborales llevaron a parar la producción durante meses. Estos conflictos terminaron con expulsiones y el comienzo de un nuevo modelo de control: el paternalismo. Una especie de pacto no escrito entre el amo y sus colonos en el que una parte proporcionaba un puesto de trabajo, vivienda y servicios a cambio de trabajo y obediencia. El amo se preocupaba del bienestar de sus trabajadores personalmente o con ayuda del capellán (un asalariado más) que de forma cotidiana o desde el altar exaltaba el papel protector del amo. No es de extrañar que en todas las colonias hubiera una iglesia, un capellán e incluso una comunidad de monjas que se ocupaban de la guardería y de la educación de las niñas.
Información tomada de Del telar al loft. JOSÉ ÁNGEL MONTAÑÉS
El País, 6 de junio de 2008
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3 comentarios:
un texto muy bien estructurado con buena sintaxis, con una coherencia concordancia y adecuación correctas i muy bien explicado. me encata nos ha sido muy útil para augmentar nuestra capacidad intelectual y augmentar la nota de nuestro trabajo de historia, muchas gracias!
Gracias a tu entrada y a San Google, me has salvado la vida. Es un texto muy completo y contiene justo la información que necesitaba para completar mi trabajo de historia.
Un saludo.
Muchas gracias por la entrada. Gracias a ella he encontrado la información que me faltaba para completar la vida de mi personaje inventado del trabajo de Sociales; trabajará en una colonia industrial.
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