domingo, 19 de octubre de 2008

La Caja Vital de Javier Mozas y Eduardo Aguirre

Hace mucho tiempo que los grandes corporaciones políticas y empresariales consideran que no es suficiente tener un Monet, un Zuloaga o una serigrafía de Warhol en el despacho del director. En ocasiones tener un cuadro de primera vale tanto como construir un edificio nuevo, así que por qué no hacer un edificio nuevo con firma. Los arquitectos saben que su éxito depende del gran reportaje en los grandes medios internacionales y del dossier en las grandes revistas del sector. Así que unos y otros han perdido el miedo y el manierismo está a la orden del día. Por cuánto tiempo. La crisis económica comporta escasez del crédito, pero también cambio del gusto. Los grandes banqueros volverán a ser conservadores y el público recriminará el gasto suntuario y la frivolidad.
En el humedal de Salburua, en un parque periurbano que rodea Vitoria, Javier Mozas y Eduardo Aguirre levantaron la sede de Caja Vital. El edificio, sustentado en soportes quebrados con forma de cromosoma, buscaba evocar los bosques de chopos que crecen junto a las lagunas de aquel entorno. La imagen de un bosque en movimiento se oponía radicalmente al racionalismo gris que impera en los polígonos industriales de la zona. El inmueble trataba de dar así una respuesta arquitectónica a un entorno biológico, el del anillo verde que los propios Mozas y Aguirre habían diseñado. Por eso habló y por eso se hizo ver. Tanto que fue el lugar elegido para el atentado de ETA con coche bomba del pasado 22 de septiembre. Muchos vidrios se rompieron aquella noche y los soportes quebrados, revestidos de plancha de acero, guardarán para siempre algunas huellas de aquella metralla. Pero los empleados regresaron a trabajar al día siguiente.

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