martes, 28 de abril de 2009

¿Hay que temer al virus de la gripe porcina?


A lo largo del siglo XX ha habido tres grandes epidemias de gripe.

Entre 1918-1920, la llamada gripe española. Es la primera ocasión que aparece una mutación del virus A (H1 N1). Infectó al 20% de la población mundial. Pudo haber matado a unos cincuenta millones de personas, entre 2,5 - 5% de la población de la Tierra. Probablemente se originó en China o Estados Unidos.

En 1957, la llamada gripe asiática. Originada por otro subtipo, el A (H2N2). Se originó en China. Causó alrededor de un millón de muertos, sobre todo por neumonías bacterianas secundarias. Afectó sobre todo a ancianos.

En 1968-1970, otra gripe originada en China, en Hong Kong. Fue provocada por un nuevo subtipo, el A (H3N2), probablemente una recombinación genética con otros virus de procedencia aviar.


La I Guerra Mundial acabó en 1918 con unos 10 millones de muertos. La gripe española de ese mismo año acabó con la vida de entre 40 y 50 millones de personas -entonces era difícil precisar, hay quien eleva la cifra hasta los 100 millones-. Fue la peor de las tres epidemias mundiales de gripe del siglo XX, y de hecho la peor pandemia de cualquier tipo registrada en la historia. El virus que la causó no venía de los cerdos, sino de las aves, pero era un H1N1, como el actual. El H1N1 era un virus aviar hasta 1918, y fue la gripe española quien lo convirtió en una cepa humana típica.

Como la prensa española no se vio sometida a las restricciones propias de la guerra e informó sobre la gripe, los países aliados comenzaron a llamar Gripe española a la pandemia. El primer caso se registró en Camp Funston (Kansas) el 4 de marzo de 1918. Sólo causaba una dolencia respiratoria leve, aunque muy contagiosa, como cualquier gripe. En abril ya se había propagado por toda Norteamérica y, ayudado por las tropas americanas, por toda Europa.

La segunda oleada mortal comenzó el 22 de agosto en Brest, Francia, puerto de entrada de los soldados norteamericanos. Era el mismo virus, pero en algún momento del verano, se transformó en mortal. Los afectados por la primera oleada estaban inmunizados. Causaba neumonía y la muerte dos días después de los primeros síntomas. La gripe pudo haber matado 25 millones de personas en las primeras 25 semanas; como comparación, el SIDA mató 25 millones en los primeros 25 años.

El virus de 1918 no tenía ningún gen de tipo humano: era un virus de la gripe aviar, pero con 25 mutaciones que lo distinguían de un virus de la gripe aviar común. El virus de la gripe española se multiplicaba 50 veces más que la gripe común tras un día de infección, y 39.000 veces más tras cuatro días. En pruebas de laboratorio mata a todos los ratones en menos de una semana.

La rápida difusión de la enfermedad pudo deberse a los movimientos masivos de tropas y a los modernos sistemas de transporte, así como al debilitamiento por la tensión del combate y los ataques químicos. Los remedios solían ser caseros. Por ejemplo en el pueblecito burgalés de Rabanera del Pinar, se trataba con las llamadas píldoras de la O, jarabe, medicinas caseras, flor de malva, manzanilla o té.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) insta a "prepararse para una pandemia". De producirse sería leve, pero advierte de que la llamada gripe española de 1918, que mató a millones de personas, también comenzó tímidamente.
"Creo que tenemos que ser conscientes y respetuosos con el hecho de que la gripe se mueve de formas que nosotros no podemos predecir".
Quizá, el problema mayor con el que ahora nos encontremos sea el de la exageración.

Esta cita de un médico que peleó con la gripe española en 1918 puede tranquilizarnos:
"Los hechos han demostrado que la mortalidad de esta enfermedad es principalmente una cuestión de asistencia médica y de medios económicos. En pueblos donde la epidemia hacía estragos... ha bastado la llegada de nuevos médicos... (y) algunos miles de pesetas... para que inmediatamente haya cambiado el aspecto de la enfermedad, haya renacido la confianza y disminuido el porcentaje de casos graves y mortales".
Ángel Sánchez de Val, La septicemia gripal (Cartagena, 1919).

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