domingo, 20 de septiembre de 2009

Picasso: La Joie de vivre



 Mario Vargas Llosa comenta estos dos cuadros de Picasso en el museo de Antibes.
La pieza más notable que exhibe el museo de Antibes es Ulises y las sirenas, que parece contagiar el vaivén de las olas y la música tentadora que evocó Homero al muro donde está colgado el soberbio tríptico. El protagonista no es sólo Ulises, ahí estamos todos los seres humanos anudados a ese frágil mástil, con las orejas muy abiertas y enloquecidos de deseo, tratando de romper las cuerdas que nos atan a la sensatez y a la prudencia, para rendirnos a las tentaciones de la vida, que, a veces, como en este caso, tienen apariencia de canto, peces y mujer. No se puede describir una obra maestra: ella se deja sentir, no explicar. No basta decir que lo turbador y exquisito que hay en ella resulta de la destreza artesanal, la intuición acerada, la sensibilidad y el buen gusto. En las obras maestras, plásticas, literarias o musicales, siempre queda una zona de sombra que escapa a la aprehensión racional, que penetra en lo más recóndito de la persona como una revelación súbita, intransferible y personal. El catálogo dice que Picasso pintó Ulises y las sirenas en apenas tres días de setiembre de 1947.


La Joie de vivre (La alegría de vivir), del año anterior, fue hecha y rehecha varias veces, un proceso fascinante que documentó un fotógrafo polaco amigo de Picasso, Michel Sima. Sus imágenes nos acercan a la intimidad de una empresa en la que no sólo la famosa mirada del pintor parece en estado de trance luciferino mientras trabaja. También sus manos, su postura de gladiador y hasta las venas hinchadas de sus sienes testimonian el estado de frenesí, de tensión febril, en que fue fraguando esa pintura. Ella es lo que su nombre indica: una fiesta en la que un centauro y un fauno acompañan con flautas la danza de una ninfa (sus rasgos aluden a los de Françoise Gilot, la compañera de entonces) y los brincos de felicidad de dos cabritas a la orilla de un mar con arenales, vides y luminosidad solar. La reminiscencia pagana y mitológica rezuma actualidad: pueden haber cambiado las circunstancias, los decorados y los dioses, pero la alegría, la exaltación y el placer que la vida y el amor proporcionan siguen siendo los mismos y establecen un denominador común entre nosotros, quienes nos antecedieron y quienes nos van a suceder. Esa permanencia en el tiempo da a las evocaciones y reminiscencias mitológicas de Picasso el carácter de lo vivido y de lo actual.



1 comentario:

Unknown dijo...

¡QUÉ INCREÍBLE ES EL MUNDO MODERNO! DOMINGO EN LA MAÑANA, ESTOY LEYENDO UN ARTÍCULO DE VARGAS LLOSA SOBRE UNAS PINTURAS DE PICASSO EN EL MUSEO DE ANTIBES, PRENDO LA COMPUTADORA PORQUE NO ME ACUERDO DE ELLAS, Y OH! DIOSES DEL OLIMPO,ENCUENTRO EXACTAMENTE ESTA PÁGINA HABLANDO DEL MISMO ARTÍCULO.
ME DA MUCHO GUSTO SER HABITANTE DE ESTE PLANETA EN ESTA ÉPOCA
ROSALINA ZERECERO
CIUDAD DE MÉXICO